viernes, 19 de junio de 2020

La pandemia sacude los cimientos de la economía peruana

Tras ser uno de los motores de la región en el último lustro y haberse sobrepuesto a la crisis política, el virus provocará una contracción de doble dígito este año, la mayor de entre los grandes países de la región. En 2021 llegará la recuperación
Lo que una eterna crisis política no pudo erosionar, lo hará descarrilar el coronavirus. La economía peruana será la más golpeada de América Latina (y una de las más dañadas del mundo) en este 2020 marcado a fuego por el coronavirus, que dará al traste con uno de los pocos casos de éxito económico reciente en el panorama regional: el patógeno ha desbordado la capacidad de resistencia del sector productivo peruano. La pandemia ha echado raíces en América Latina, una de las regiones menos afectadas en los primeros compases de emergencia global, y Perú va camino de ser, por mucho, la mayor víctima continental en lo económico, con una caída del PIB que la mayoría de analistas ya sitúa en el doble dígito este año.

El país sudamericano se enfrenta a un choque múltiple. Como exportador de materias primas (muy especialmente, cobre) sufre el zarpazo de unos precios y unos volúmenes de intercambio por los suelos; el confinamiento estricto está cortocircuitando el consumo por mucho más tiempo del inicialmente previsto y provocando una riada de despidos; y la altísima prevalencia de la informalidad (el 70% de los trabajadores no tienen contrato de trabajo, una cifra enorme incluso a escala regional) termina de complicar aún más las cosas. Ese cóctel tiene un único resultado: el país andino está, según ha reconocido en esta semana su presidente, Martín Vizcarra, ante la mayor crisis económica de su historia.

Los últimos datos mensuales disponibles, de abril, dejan poco espacio para la duda: la contracción es enorme. En el cuarto mes del año la economía se despeñó un 40,5% interanual, más de lo previsto por la mayoría de analistas, con amplios sectores productivos completamente paralizados. Una caída "generalizada", como reconoce Ismael Mendoza, de BBVA Research, que ha duplicado el desempleo y que se prolongará durante al menos dos meses más: mayo y, en menor medida, junio también sufrirán los rigores de la crisis. "Para dimensionar un poco, Chile registró una contracción de 14% en abril. El empleo también se ha contraído tremendamente, opacando las perspectivas de una recuperación rápida", desgrana Pamela Ramos, de Oxford Economics. "Desafortunadamente, con el país aún sin alcanzar el pico de infecciones, la recuperación también podría verse impactada".

La respuesta fiscal ha sido rápida y cuantiosa, una de las mayores de la región. Pero insuficiente para contener la magnitud de un golpe que nadie tenía en su hoja de ruta: el crecimiento que le pronosticaban para este año, superior al 2%, se ha convertido en un -12% de pesadilla, según la última proyección del Banco Mundial, publicada la semana pasada. Una cifra que no le suena "nada exagerada" a Alonso Segura, ministro de Economía en tiempos de Ollanta Humala. "Es, de hecho, más bien conservadora". Su previsión central es, atención, un desplome del 15% en el año en curso.

El Gobierno de Vizcarra está convencido de que podrá generar al menos un millón de puestos de trabajo con un, sobre el papel, ambicioso plan de obra pública recién anunciado. Pero Segura lleva el foco de sus críticas a la ausencia de una estrategia completa para enfrentar lo que se viene encima. "Ha habido mucho anuncio y poca política fina", dice. Las políticas de liquidez a empresas, vitales para su supervivencia, se han quedado —a su juicio— cortas y se ha hecho "poco" para evitar una avalancha de despidos masivos como la que se está produciendo. En la misma línea, el economista Néstor Valdivia cree que las soluciones propuestas no han sido acordes a la realidad, han obviado al campo: ni han garantizado el apoyo a la micro empresa ni han utilizado la experiencia de los sistemas de microfinanzas, agrega.

La mayoría de pequeños negocios, los que peor lo están pasando, han quedado al margen de las ayudas oficiales. Luis (nombre ficticio: habla bajo condición de anonimato) regenta una cafetería en un distrito de clase media en Lima. Con ocho empleados, algunos de ellos asilados venezolanos, tuvo que echar el cierre con el inicio de la cuarentena. "Los sueldos de abril los pagamos con ahorros, y desde mayo organizamos una olla común para los trabajadores porque algunos no tienen red en Lima: al menos tienen una comida, pero no reciben ninguna otra ayuda: son invisibles", describe. El Ministerio de Economía creó un programa de préstamos de la banca comercial garantizados por el banco central, para respaldar la cadena de pagos. 71.000 empresas lo han obtenido ya, pero las cifras son muy desiguales: solo una pequeñísima parte ha ido a la micro y pequeña. "Pese a que hemos parado estos meses, las compañías de agua y luz promediaron los recibos anteriores y debemos más de 1.500 dólares. Pensábamos recibir un préstamo, pero no lo aprobaron". Tras varias semanas sin respuesta, los gestores del banco se sinceraron: preferían clientes grandes. "Ahora tenemos el permiso sanitario para reabrir, pero no capital", cuenta desde la puerta del banco.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario